TEXTO CURATORIAL

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La Noche de Walpurgis, también conocida como la Noche de las Brujas en la ciudad de Érfurt, Alemania. Diablos y brujas disfrazados se reúnen para celebrar esta fiesta tradicional de origen pre-cristiano la noche del 30 de abril. El evento toma su nombre en honor a Santa Walburga (o Walpurga), una abadesa inglesa que ayudó a convertir a los alemanes al cristianismo en el siglo VIII. En el pasado, los fuegos de la Walpurgisnacht tenían una función de protección frente a la brujería. Las puertas estaban adornadas con crucifijos y ramos de hierbas, las escobas eran colocadas con las cerdas hacia arriba, se hacían sonar de noche las campanas de las iglesias, los hombres solteros caminaban dando latigazos en torno a las casas y, para proteger al ganado, se colocaba sal en el umbral de los cobertizos.

La leyenda cuenta que, esa noche, las brujas vuelan sobre escobas a Brocken, la montaña más alta de la Sierra del Harz, en el Estado alemán de Sajonia-Anhalt.

Allí, las brujas invocaban al diablo en grandes aquelarres…

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Las brujas (y brujos) fueron siempre temidos, perseguidos y, por sobre todo, malinterpretados.

¿Qué o quién es, en realidad, una bruja?

¿Una persona que hizo un trato con el mal?

¿Alguien que busca su propio beneficio a costa de los demás?

Una bruja es, ante todo, una persona que está en estrecha sintonía con la naturaleza. Que aprende de ella y obtiene sus “poderes” a partir de la interpretación de los secretos que la Mater Natura encierra.

Una bruja es una persona sabia que comparte su conocimiento con los demás.

En muchas culturas antiguas, sobre todo las de poblaciones muy pequeñas, las brujas tenían la función de proteger a la comunidad donde vivían: eran sus médicas, parteras, augures y consejeras. Transmitían sus conocimientos de generación en generación con gran celo, porque sabían que de esto dependía la subsistencia de la comunidad.

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¿Qué pasó en el camino?

Se cree que el concepto de brujas subsistió a aquellas primeras poblaciones paleolíticas de tradición matriarcal. Cuando el varón tomó la decisión de ser el gobernante supremo y centrar su liderazgo en la división de sexos, la mujer/bruja quedó relegada.

Más tarde, las diferentes religiones monoteístas y luego la ciencia, trataron de erradicar esta suerte de conocimiento que, muy a duras penas, pudo sobrevivir hasta nuestros días. O casi.

Las brujas son hoy símbolo de esa fuerza natural llena de resiliencia. Son mujeres y hombres que han entendido que la esencia de su propio ser está en sus raíces naturales y en su vida armónica con el resto de los seres vivos y la naturaleza.

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Hoy en día, el concepto de bruja fue mutando. Ya no es sólo aquella emparentada con Satán, ni las de los cuentos de hadas o las películas de fantasía. Si bien las brujas han sido siempre reflejo de su tiempo, por lo general lo que evidencian es cómo es la relación de la sociedad con las mujeres en general: particularmente las que se encuentran en algún ámbito de poder, o los colectivos femeninos que trabajan desde la sororidad.

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La brujería, en cambio, existe en zonas fronterizas. No es buena ni mala. Sólo es y está más que presente en el cotidiano de cada persona… El empoderamiento personal (femenino y masculino), los rituales individuales y grupales en relación con el autoconocimiento profundo y la armonización con los ambientes de trabajo o vivienda, la elección de alimentos y medicinas naturales. El uso de cristales, cartas, inciensos y velas… Y un centenar de cosas más son aquellos elementos que forman parte de esta vivencia.

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La temática de la magia y los actores que en ella se desarrollan no es nueva para mí. Llevo años abordando este asunto, centrándome en los símbolos y mitos que contienen.

Si bien el nombre de esta muestra hace referencia a una fecha y lugar determinados, junto a una creencia que se fue transformando y popularizando, el sentido profundo de las obras transciende el mero hecho anecdótico. No busco con mis obras hacer una suerte de “apología de la brujería”, sino contribuir artísticamente a algo tan antiguo y común como lo es el conocimiento de la naturaleza, la búsqueda y uso de las energías naturales, la necesidad de profundidad y espiritualidad que el mundo siente y que encuentra siempre más lejos de las instituciones religiosas y cada vez más cerca de la Naturaleza.

Esta muestra es una invitación a descalzarse, a entrar en un espacio atemporal, y contactarse con esa magia interior que nos une y emparenta con todo y con todos.